Era un día como cualquier otro en mi trabajo de 8 horas. Les acababa de contar a mis compañeros que estaba esperando un bebé, así que se respiraba un aire de alegría. Me sentía parte de una gran familia.
De repente, apareció la vicepresidenta sénior en la oficina. “¿Para qué habrá venido desde Puerto Rico?”, pensé preocupada. Todo indicaba que eran malas noticias.
“La sucursal de CSA en Argentina cierra sus puertas hoy mismo”, fueron sus palabras. Era cuestión de juntar nuestras cosas e irnos. Sentí que mi mundo se derrumbaba.
Para colmo, sobraban quienes tuvieran una opinión al respecto. Se cansaban de decirme que busque otro trabajo fijo, sin importar que no fuera como traductora. “Tenés que pensar en tu familia”, me decían todos.
Sentí miedo durante mucho tiempo, pero nunca estuve lista para olvidarme de mi trabajo soñado. Me di cuenta de que era hora de comenzar mi propia aventura. Y lo hice.
Seguramente, la sensación le parezca familiar. Siente frustración, confusión y miedo por lo que le deparará el futuro. Pero tengo noticias para usted:
Ya no necesita sentirse así: puedo usar mis palabras para luchar por su negocio tal como alguna vez luché por el mío.
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